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Orando por salvación

Pastor Javier Bertucci,

martes 19 de marzo de 2024

 

El que ora por salvación es un creyente lleno de misericordia, porque no está pensando en sus necesidades sino en el bienestar de otros.

Cuando oras no acusas, solo pides la misericordia de Dios por aquellos que no le conocen, porque la prioridad del cielo es la salvación.

La Iglesia debe vivir en la prioridad de la salvación y formación de las personas hacia la salvación, no a la condenación.

No bajemos el estatus de ser temidos por el infierno, a causa de la predicación. Por eso, las Iglesias que priorizan la salvación son las que crecen, se multiplican y siempre tienen provisión.

Una persona llena de misericordia, otorga misericordia.

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham” – Hebreos 2:14-16 (RV1960).

La Iglesia debe tener presente y darle la importancia a la sangre de Cristo, la única que tiene poder sobre todo y por medio de la cual fuimos libres gracias a Su sacrificio.

“Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” – Hebreos 2:17 (RV1960).

No seamos juicio, fuimos llamados a ser misericordiosos imitando el perfecto carácter de Jesús, el Sumo Sacerdote que nos expió a todos de pecado.

“Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad” – Hebreos 5:1-2 (RV1960).

Todo aquel que cree en Cristo fueron constituidos además de reyes y sacerdotes como ministros de la reconciliación a través de la predicación del Evangelio y siendo canales de misericordia a través de la oración, estando a favor de todos sin excepción.

Aprendamos a conocer el valor que cada uno dentro de una congregación como hijos de Dios, entendiendo que somos obras que serán perfeccionadas por el Espíritu Santo.

“estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” – Filipenses 1:6.

“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna” – 1 Timoteo 1:15-16 (RV1960).

No nos enfoquemos en los errores de otros, cuando aun somos una obra en proceso, seamos el canal de misericordia por el cual conozcan a Jesús.

“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” – 1 Juan 2:1 (RV1960).

Por la misma misericordia que fuimos recibidos, tenemos que brindar misericordia, esa es la base del evangelismo. Seamos impulsores de un Dios bueno que ama, perdona y salva.

“Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio” – Santiago 2:13 (RV1960).

Quienes creen en Cristo y conocen el amor de Dios no esperan juicio, sino que están confiados en que la misericordia dada les hará vivir en la eternidad con el Padre.

“Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera; porque yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio” – Levítico 16:2 (RV1960).

No te dejes contagiar con el espíritu de superioridad, el cual contamina tu corazón y no agrada a Dios, no seas contrario a lo que el Señor te mandó a hacer, siempre sé misericordioso.

“Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito” – Éxodo 32:31-32 (RV1960).

No importa cuantas veces te hayas equivocado o pecado, Dios siempre va a mostrar Su misericordia sobre tu vida cada día, seamos imitadores del Padre, que nos ama y nos protege.

La hermosa presencia de Dios nos mantiene firmes en todo tiempo y sin importar nuestro pecado, el Señor nos respalda aun cuando hemos estado viviendo para nosotros mismos y no para Él.

El amor y la misericordia que mostramos hacia otros conmueve el corazón de Dios, porque en ese mismo sentir somos imitadores de lo que recibimos de Él.

La misericordia de Dios debe ser la única motivación para compartir el Evangelio, la cual es única para cambiar y restaurar corazones.