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Obediencia antes que Grandeza

Pastor Javier Bertucci

26 de Septiembre de 2023

Por mucho tiempo, la religión ha logrado que esta ceremonia no sea apta para todos debido a la cantidad de exigencias que ha supuesto para muchas personas que realmente han recibido a Jesús y desean dar ese paso de fe, usando la manipulación para que las personas se sumerjan en doctrinas y dogmas que más que darle conocimiento lo alejan de la verdadera expresión del amor de Jesús.

El bautismo en agua no tiene nada que ver con obstáculos a vencer ni con una preparación parecida a un curso, pero si resalta la decisión del que ha tomado la persona en cuestión, ya que todo comienza por un acto de obediencia.

Por ello, es un acto de obediencia no tiene ningún poder ni contra el pecado ni con la salvación ni con ningún tipo de beneficio que no sea más que el de obedecer la voluntad y el corazón de Dios, ya que el bautismo no proporciona al individuo salvación más que creer en Jesús como único Señor y suficiente Salvador.

“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” – Hechos 4:12 (RV 1960).

El sistema que controla el mundo ha querido por mucho tiempo desvirtuar el acto del bautismo, hacerle dudar a las nuevas generaciones de que Jesús realmente es el Salvador y que Dios haya establecido ese puente para reconectarse otra vez con ellos con teorías sobre seres que no pertenecen al planeta y cosas que van más allá de lo que Dios ha creado. Si se trata de personas o seres que no pertenecen al mundo, el primero de ellos y el único real de todos es Cristo, ya que vino del cielo a la tierra.

“Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo – Juan 8:23 (RV 1960).

Es el bautismo una actitud de obediencia absoluta hacia lo que Dios estipula como una simbología de la resurrección de entre los muertos, la propia resurrección de quien toma la decisión, estando muerto en el mundo y después de haber bajado a las aguas, ha resucitado y tiene nueva vida en Cristo Jesús.

Es en ese momento en el que cada persona en cuestión de segundos se sumerge y sale del agua como símbolo del momento del morir y despertar en la vida eterna con Cristo Jesús. Y para ello debe existir un nivel de conciencia en cada persona sobre lo que está haciendo, convencido por el Espíritu Santo que su decisión de bautizarse es motivada únicamente por obediencia a Dios y para agradar a Jesús sabiendo que al igual que Él, también resucitará cuando su vida terrenal haya llegado a su fin y Él regrese por su pueblo.

El bautismo del tiempo de Juan en el Nuevo Testamento es muy diferente al que ahora se conoce, ya que en aquel tiempo era para perdón de pecados y en la actualidad es para reafirmar la fe en Cristo, dejar el mundo atrás y comenzar una nueva vida. El bautismo no trae perdón de pecados ni santidad, eso solo ocurre cuando se cree en Cristo y que por medio de Su sangre se es limpio de todo ello.

La misma acción de Jesús fue en obediencia, ya que siendo puro y sin mancha acudió como uno más al bautismo público para perdón de pecados frente a la multitud que veía quienes necesitaban ser limpios de pecados para murmurar, ya que Cristo siendo grande se humilló a sí mismo en tal condición para demostrar que no hay grandeza sin obediencia.

“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” – Juan 1:29 (RV 1960).

Jesús sacrificó de manera voluntaria su reputación, su condición de hijo de Dios y el Santo de Israel, sino que adoptó la imagen de un pecador más como los de la multitud en obediencia al plan de salvación de Dios para la humanidad.

El bautismo tiene en si mismo el poder para abrir el cielo a favor de una persona, es también el momento propicio para que la Trinidad se haga presente debido a un acto de obediencia que significa sacrificio, en el cual se declara morir al mundo para vivir por y para Dios y no para la gente, un acto que le convierte a usted en un siervo de Jesús.

Tal momento parte de una convicción propia, no motivada por la gente, de que, al bajar a las aguas, hay un cambio, una transformación, hay una oportunidad de vivir para Dios y para el propósito que ha destinado para esa persona.

“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” – Mateo 3:16-17 (RV 1960).

El sacrificio, la humildad y la obediencia son un gran ejemplo de la grandeza de Jesús, los cuales son actitudes y un estilo de vida digno de imitar en la vida, los cuales no son para reconocimiento de las personas sino para agradar a Dios. Es un acto tan personal que bendice a quien ha tomado la decisión, en el cual esa conducta solo debe ser expresada para agradar a Dios y no para impresionar a otros.

Caminar o transitar en la fe no es una búsqueda constante de grandeza sino de mostrar obediencia más que sacrificios.

“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” – Romanos 6:4-5 (RV 1960).

El acto del bautismo puede que no traiga consigo una manifestación sobrenatural inmediata sino, un sentir del corazón de que es la acción correcta, de que si Jesús lo cumplió y pidió que se hiciera en su nombre, el bautismo era una aceptación de que se es tan vulnerable pero que se tiene la fe y la esperanza de que un día, así como entró en el agua en cuerpo de muerte saldrá del agua en un cuerpo glorificado.

Este momento y es importante que se entienda que debe ser por inmersión, un sumergimiento total del cuerpo que representa el acto completo de una muerte para una resurrección y en una persona que tenga la conciencia plena de que esa decisión es por obediencia y amor a Dios.

“sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” – Colosenses 2:12-13 (RV 1960).

Este acto tiene que ver con la connotación de lo que hemos recibido, tiene que ver con la vida eterna que ya tienes, porque has creído en Jesús, porque a través de Él ejercemos fe y en la vida le servimos con la preparación de estar en la eternidad adorándole, y todo eso comienza con un acto de obediencia que lleva a la grandeza.

El mismo poder que hay en el bautismo, te convierte a ti en un vencedor en medio de las pruebas de la fe, mismo que te hace soportar la tentación del enemigo de manera contundente y directa como lo hizo Jesús, y llevándote a un nivel de Su gloria mucho más alto.

Durante ese momento del bautismo, Dios puede hacer cualquier cosa en tu vida y puede haber una manifestación entre Él y tú, que puede ir desde oír su voz hasta ser sanado, porque todo es posible para el que cree en Él.

El bautismo no solamente trae una vida nueva y el perdón de pecados a través de Jesús, sino la promesa de vivir la misma vida que Jesús, en la que ni la muerte puede hacerte daño y en la que esa no sea una preocupación porque entiendes que el propósito de tu vida es cumplir lo que Dios ha dicho.

Cuando se recibe la vida de Jesús es muy distinta la forma de pensar como vivirla, en mejorar sus capacidades, construir valores y dejar legado a otras generaciones.