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Servicio de Oración

(Martes 04-02-2020)
Pastor Javier Bertucci

Hechos 2: 1- 3: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos”.

Hechos 4:31: “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”.

La Iglesia del Señor Jesús no nació en un concierto ni en un seminario, no nació en un silencio o en una ignorancia por parte de los pueblos, sino que nació orando, ayunando, con un gran estruendo, y dándose a conocer en todas las lenguas, que según la Biblia dice que estaban repartidas por el mundo. Una Iglesia que deja de orar es una Iglesia que se empieza a apagar. Una de las características claras de una Iglesia que ora es el fuego en medio de ella, y ese fuego tiene que ver con una pasión que les hace hablar la Palabra de Dios con denuedo, así que, una Iglesia que ora predica la Palabra de Dios con denuedo.

La Iglesia que ora es una Iglesia apasionada y obstinada. El libro de Hechos habla de un grupo de 500 personas que llegaron al Aposento Alto, pero luego de diez días solo quedaron 120 personas, 380 de ellos se disgregaron y dispersaron en los quehaceres del día. Hay una clase de Iglesia que ora, que no se entrega ante nada, y que no deja de orar hasta que algo pase; debemos ser esa Iglesia decidida que no deja de orar hasta el algo suceda. El problema que tenemos al orar es que pensamos que con solo orar una vez ya se hizo el milagro, podemos tener una gran fe, pero también podemos tener una enorme capacidad de fastidiar al Cielo, y conseguir cosas más por fastidio, que por fe. ¡No dejemos de orar hasta que algo pase!

Una Iglesia que ora trae el fuego, y ese fuego hace dos cosas: Quema lo que es de Dios, y hace arder lo que es de Dios, es decir, potencia lo de Dios es en nosotros, y elimina lo que no es de Él. La gente que ora quema lo humano, lo trivial y lo mundano, y aviva el fuego del don que hay en su vida. Debemos entender que nuestra oración no pasa en vano, cuando oramos algo sucede, no solamente afuera, sino dentro de nuestras vidas. Jesús oró con tanta intensidad, que dice la Biblia que se transfiguró, quiere decir que hubo una trasformación que comenzó adentro y se terminó viendo afuera. Los cambios del individuo comienzan dentro él; no nos preocupemos porque la gente cambie afuera, preocupémonos porque cambien adentro, y posteriormente cambiarán afuera.

Si oramos con la determinación de que algo va a suceder, sucederá. El que ora no espera que no suceda nada, ora esperando que suceda algo. El que ora debe empezar a hacerlo bajo la convicción de que algo va a pasar. No importa que tan pequeño veamos que algo pasa, si empezamos a ver que esto ocurre, preparémonos, porque algo grande viene de camino, ¡esperemos un milagro grande!

Hechos 2:6: “Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua”.

La Iglesia que ora continuamente tiene el poder de afectar naciones y lenguas, no importando el problema que pueda estar atravesando, y ¡este país va a hacer afectado por la insistente oración del pueblo de Dios! Además, esa oración va a afectar nuestra casa y a nuestros vecinos. Toda Iglesia que ora tendrá el poder de afectar su nación, y hará una influencia en el destino de ella. No dejaremos de orar por nuestro país hasta que algo suceda. Empecemos a orar desde la perspectiva de que algo va a suceder, no sabemos a qué hora, porque no nos corresponde a nosotros, lo que si nos corresponde hacer es creer. Con cada oración estamos invirtiendo en nuestro milagro.

Lucas 18:7: ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?

¡No vamos a dejar de orar hasta que algo suceda!